Severiano Gil

Melilla, España
Escritor e historiador. Nacido en Villa Nador (Marruecos) en 1955. Se traslada con su familia a Melilla a mediados de los sesenta, aunque no deja de estar en contacto con el entorno marroquí, en especial con la que fuera región oriental del antiguo Protectorado.

jueves, 6 de febrero de 2014

 
Cazas

Severiano Gil 2004
Ustedes, lectores, me van a perdonar, seguro; no así mis amigos periodistas, que, a lo mejor, se sienten aludidos; pero no puedo reprimir una ligera sonrisa cada vez que, este fin de semana, he leído los titulares que hablaban de cazas españoles en su fulgurante sobrevuelo 
del territorio de un país vecino al que nos unen fuertes lazos de amistad y cooperación.

Lo malo de empezar esto es que me veo en la necesidad de aclarar conceptos; porque, a pesar de lo socorrido de nuestro lenguaje y el enorme volumen del saco de los sinónimos, ni uno solo de los medios de comunicación escrita a que he tenido acceso han sabido designar apropiadamente a la pareja de aviones que protagonizó el hecho.

Habría que empezar diciendo que, actualmente, ninguna fuerza aérea tiene en su inventario
cazas en el sentido puro de la palabra. El nombre comenzó a utilizarse después de la Primera Guerra Mundial para designar a los aviones que tenían encargada, como única y exclusiva misión, la de perseguir y dar caza a los bombarderos enemigos –de ahí que, en las fueras aéreas norteamericanas se les empezara denominando con la letra P, de pursuit, perseguidor--. La evolución del combate aéreo dirigido específicamente al apoyo aeroterrestre propició el desarrollo del caza-bombardero que, en origen, eran cazas que no cumplían con demasiada holgura las especificaciones para lo que habían sido diseñados, y se adaptaban mejor al vuelo bajo y al ataque a blancos de tierra, siempre protegidos por sus hermanos pura sangre, los verdaderos cazas.

La era del reactor se inauguró con la división clara entre cazas, bombarderos y caza-bombarderos, aunque, el mayor rendimiento de los diseños y el aumento en las prestaciones dio lugar a que no hubiera ya "cazas" incapaces de cumplir misiones asignadas a los otros dos tipos, por lo que, a poco, todo avión de combate comenzó a pensarse y utilizarse en su triple capacidad. El célebre Tornado, que a punto estuvo de ganar el controvertido programa FACA para dotar al Ejército del Aire español de un avión adecuado a sus misiones, llevaba desde fábrica la denominación de Multi-rol, y en esa línea siguieron los fabricantes y diseñadores.

Nuestro actual F-18 es, en esencia, eso mismo, un poderoso aparato capaz de ganar la  supremacía aérea –misiones de caza— a la vez que con variar su carga de armamento, puede convertirse en un magnífico y preciso bombardero, de ahí que, salvando modas y sistemas de denominación, lo más universal y adecuado a la hora de nombrarlo sea caza-bombardero.

No quedan cazas, ya lo he dicho; aunque quizá sería conveniente matizar que, aunque con versiones de ataque al suelo, los norteamericanos tienen en plantilla el McDonnell-Douglas F-15 Eagle, que es el caza que todo piloto quiso alguna vez pilotar, y que fue diseñado como tal sin escatimar presupuestos en su fabricación ni en su mantenimiento; tanto que sólo lo tiene en plantilla la USAF, las Fuerzas de Autodefensa –menudo eufemismo-- de Japón y la Hail Ha’Avir de Israel.  

Aparte del F-15 –y teniendo en cuenta que su homólogo en la Marina, el F-14 Tomcat, tiene también asignadas tareas de ataque de superficie--, repito, ya no hay "cazas" en el estricto sentido de la palabra.

Ahora bien, usar ese nombre para describir a los dos C-101 que se dieron un paseocerca de los límites fronterizos, no sólo es una inconveniente imprecisión, sino casi una tomadura de pelo para quienes no están duchos en estas lides y están dispuestos a tragarse todo lo que se cuenta en los papeles.

El CASA C-101  Aviojet, pobrecito él, no es más que un aula volante, un pequeño avión, sin electrónica ni equipos más que para aprender a volar, capaz de portar armas, sí, pero aclarando que es un pequeño contenedor en el que monta una ametralladora para prácticas de tiro más que básicas, pues está dotado de sistemas de puntería poco más avanzados que el colimador del Barón Rojo; lleva una planta motriz turbofán que es un sistema civil específico para que salga económico en su consumo, y a bordo suelen ir un profe y su encandilado y tenso alumno, que bastante tiene con mantener aquello en el aire sin hacer daño nadie.

Resulta patético llamar a eso caza, por más que la palabra suene bien y venga como anillo al dedo a las protestas de los vecinos. Pero no, oigan, llamar a un Aviojet de esa forma es igual que designar como transatlántico a nuestros ferris, o pretender fardar de Harley yendo subido en un ciclomotor.
Son aviones-escuela, entrenadores sin más, ruidosas aulas volantes en las que se forman nuestros pilotos, al igual que los de buena parte del mundo; no así en Marruecos, que vienen 
utilizando el Dassault-Breguet/Dornier AlfaJet, que tiene capacidad de ser usado como una eficaz plataforma de ataque al suelo.

Tal vez por eso lo de la confusión.

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