Severiano Gil

Melilla, España
Escritor e historiador. Nacido en Villa Nador (Marruecos) en 1955. Se traslada con su familia a Melilla a mediados de los sesenta, aunque no deja de estar en contacto con el entorno marroquí, en especial con la que fuera región oriental del antiguo Protectorado.

jueves, 6 de febrero de 2014



¿Por qué motivo?

Severiano Gil 2005

Este fin de semana ha saltado la noticia de que, además de los miles de muertos que produce el hambre, la carretera, las enfermedades y los desastres naturales, también ha muerto una periodista afgana.

La chica, que podría seguir llamándose Shaina Rezayee si alguien no le hubiera descerrajado un tiro en la cabeza, era una periodista de Tolo TV, una productora de variedades que, además, presentaba un programa.

Como es natural, acompañando la noticia incluyeron imágenes de la chica, linda de veinte y algunos años, vestida con un chándal y tocada su cabeza con un velo que, sin estropearle su aspecto atractivo, servía de reminiscencia cultural para indicar –a los que quisieran entenderlo— que su dueña respetaba los símbolos y pasaba por pagar el impuesto estético de incorporarlo a su atuendo personal.

Alguien así podría ser considerado en nuestra civilización como de un comportamiento exquisito, puesto que de símbolos se trata –supongo que es eso y no una intentona de negar la existencia de cabello en las cabezas femeninas—, y la inclusión del elemento en sí, en una persona poco dada al parecer a usar prendas de cabeza, no tenía otro sentido más que mostrar ante las cámaras el respeto debido a otras formas de pensar que, en su país, son mayoría.

Sin embargo, la noticia y el productor ejecutivo de Tolo TV insisten en que, últimamente, Shaina había recibido muchas quejas por su comportamiento poco islámico, sin que en Occidente sepamos a qué se refieren con esa calificación, claro.

Lo que me intriga enormemente es el por qué de esa muerte, por qué la han extirpado para siempre de los platós, las calles y el mundo, ¿por mujer, por periodista o por poco islámica?

Cualquiera de las tres preguntas obtendría una respuesta nada comprensible, es cierto, pero podría ayudarnos a dormir más tranquilos si llegáramos a la conclusión de que, en realidad, a Shaina la han asesinado para robarle el móvil, por ejemplo.

Pero no, y los tres motivos antes esgrimidos se convierten en una sospecha tenebrosa que nos deja inquietos, molestos y propensos a renegar de la especie humana.

Y confieso que, desde que me enteré de la noticia, he estado aguardando con impaciencia los comunicados de cualquier asociación feminista, de alguna plataforma de gentes de la información o de algún representante de la confesión islámica, condenando cada cual la vil acción de atentar contra una vida por cualquiera de los motivos antes reseñados.

Y sigo esperando, por si acaso a alguien se le ocurriera la feliz idea de inventar en su honor un lazo solidario teñido del color de la intolerancia que, dicho sea de paso, no sé cual es.

Así que, cuando barajen datos sobre víctimas del pasado fin de semana, recuerden que, con los millones de hambrientos, enfermos y automovilistas, también se fue una chica, cuya memoria todavía se estará preguntando por qué la han borrado de la faz de la Tierra.

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